Junto con las máquinas de
escribir, la empresa Olivetti comenzó a diversificar su mercado de la ofimática
ofreciendo calculadoras mecánicas a partir de los años 30, y como
característica que la distinguió del resto de la competencia figura la
capacidad de imprimir las operaciones matemáticas y sus resultados (sumadora
MC4S), mientras el resto todavía seguían estancadas en los coptómetros
(calculadoras donde los resultados se leen en ruedas numeradas o
cuentavueltas).
Internamente todas las calculadoras mecánicas no dejan de tener el mismo principio desde que se inventaran las pascalinas, de hecho no son más que contadores de vueltas. Antiguamente no se requerían muchas más operaciones más allá de contar, la suma o la resta, el secreto que marca la diferencia de unas a otras reside en cómo trasladar a las ruedas dentadas (el llamado acumulador o totalizador) los números que se introducen y las operaciones, y cómo visualizar esos resultados.
En los coptómetros generalmente la ruedas dentadas que realizan las operaciones tienen asociadas el disco con los números en las mismas ruedas, y en cada rueda dentada hay un diente adicional más alto que el resto, que interactúa sobre la rueda dentada adyacente, moviéndola en una unidad por cada rotación completa de ésta, y así sucesivamente cada vuelta completa del conjunto de tambor va acumulando progresivamente unidades, decenas, centenas, millares, etc. El número resultante de las vueltas se ve directamente en los discos. Sobre esos dientes se puede actuar independientemente, para no tener que estar dando vueltas y vueltas a la palanca accionadora a la hora de introducir números.
Esto se conseguía en la mayoría de ellas sobre un gran panel de teclas de números sobre los que se disponían los números del 1 al 9 en columnas (el 0 es no apretar ningún número de la columna), con tantas columnas como capacidad (dígitos) tuviera la máquina. Esto requería en algunos casos un gran volumen de la calculadora para poder albergar todo el mecanismo (ejemplo Hugin). Olivetti en cambio optó por el teclado comprimido de 10 teclas 3x3+0, que no deja de tener el mismo principio que el anterior, sólo que a través de un ingenioso sistema de pletinas se teclean los números en una caja de columnas en miniatura, que avanza una a una las pequeñas columnas con cada pulsación de una tecla. Esto reduce el tamaño de la calculadora de forma considerable.
Si el principio para acumular números queda más o menos claro, el siguiente paso es realizar las operaciones básicas, con sólo un avance de manivela, y aquí es donde la cosa empieza a complicarse. Supongamos que queramos sumar 15 más 15, si estuviéramos trabajando con una pascalina antigua, de las más elementales, habría que girar 15 veces la manivela y después otras 15 para obtener el resultado 30, dado que estas primeras máquinas eran meros contadores de vueltas, para restar 5 habría que girar 5 veces la palanca en sentido inverso para obtener 25. Con los coptómetros el proceso se simplifica, introducir un 15 se hace directamente en el gran teclado actuando en el 1 en la columna de decenas y en el cinco en la columna de unidades, esto se consigue porque cada columna de números posee una barra dentada con 10 dientes, y cada tecla que se pulsa hace avanzar exactamente el número de dientes que representa sobre las coronas dentadas del contador, a su vez éstas se trasladan a un engranaje secundario o acumulador.
Programación mecánica de la multiplicación y la división
La suma y la resta son operaciones sencillas con estas calculadoras, la multiplicación y la división en cambio implican realizar una serie de acumulaciones o sustracciones que se han de programar mecánicamente si se quiere “agilizar” el cálculo. La forma en que las operaciones se van concatenando implican una mayor complejidad en el diseño de la máquina, ya que el automatizar operaciones como la multiplicación o la división requiere el uso de engranajes, poleas y bielas que permitan realizar las iteraciones necesarias, y en el caso de la divisumma 14 implicaba sólo para la multiplicación la necesidad de tener un teclado adicional y una parte mecánica diferenciada para realizar esta operación.
Básicamente estas calculadoras se empleaban para sumar y restar, son máquinas de adición, y su uso general solía ser como cajas registradoras o calculadoras en tiendas, bancos, oficinas, despachos de ingeniería, universidades, etc. El coste de estas máquinas aún no las hacía asequibles al público en general. Este modelo costaba alrededor de cuatro o cinco veces el salario medio de la época.
La Divisumma 24 fue introducida en el mercado en 1961, y presentaba una serie de mejoras técnicas respecto a su predecesora Divisumma 14, además de más funciones. Comparando ambos modelos lo primero que destaca es el teclado más compacto, similar a los de las calculadoras más modernas, y la desaparición del teclado de multiplicar (teclas rojas). La forma de introducir la multiplicación y la división es más directa, si bien aún hay que realizar ambas operaciones de manera especial, para multiplicar hay una tecla específica de igual, en la división también, en la multiplicación de 2x2 se oprime 2, luego x, luego el siguente 2 y a continuación el x= para obtener el resultado, para dividir 4:2 se introduce el primer 4, se añade al acumulador con la tecla +, luego se teclea el denominador 2 y se oprime la tecla :=. En ambos casos la máquina empieza a trabajar como una locomotora, con bielas yendo y viniendo, poleas excéntricas actuando sobre más palancas y engranajes, y traquetreando sin parar hasta imprimir el resultado final. Como el concepto de esta máquina sigue siendo el de una acumuladora los resultados obtenidos se quedan almacenados en el totalizador y se pueden seguir realizando operaciones que se sumarán al resultado anterior a menos que se oprima la tecla Total * y se resetee el totalizador.
Más que calculadoras son piezas
de relojería, la precisión con la que están realizadas estas máquinas es
asombrosa, no en vano parte del negocio de Olivetti acabó siendo la fabricación
de tornos y maquinaria de precisión, y no hay que olvidar que la fábrica de
Olivetti en Ivrea está al lado de Suiza. Olvietti además fue pionera en la
sinterización de metales para la obtención piezas de difícil mecanizado
mediante fundición o torneado. Reparando las dos unidades del Museo de la UPV
realicé una prueba de sincronización ejecutando en ambas la misma división,
ambas tardaron lo mismo en acabar.
Tras casi 60 años las máquinas apenas presentan signos de desgaste y oxidación, tan sólo problemas de atascos debidos a aceites deteriorados, que se resuelven con disolvente (contact cleaner, 3 en 1 desengrasante o gasolina) y con nuevo aceite (aceite de máquina de coser). La grasa de engranajes, bielas y poleas suele estar en condiciones, pero se nota que en los ejes y bujes se ha resecado y agarrotado, ralentizando o imposiblitando el movimiento de algunos elementos. Es por ello que antes de conectarla y ponerla en marcha a la red conviene hacer una buena limpieza y mover a mano todos los mecanismos para comprobar que se mueven libremente. Se puede emplear para ello la manivela de avance del papel, que se puede atornillar sobre el eje del engranaje del motor para accionarlo manualmente.
Aún así siempre hay alguna cosa que no acaba de rodar al 100%, y es que con unas 2800 piezas que componen la máquina, holguras entre piezas que tienen tolerancias de décimas de milímetro, muelles, poleas y engranajes, ... La más mínima falta de sincronización es suficiente para que una operación como la multiplicación o la división no se realice adecuadamente, una biela mal lubricada que se retrasa unas décimas de segundo en volver a su posición inicial es suficiente para que una operación se quede colgada en bucle sin fin. Pero cuando todo funciona correctamente es una maravilla ver trabajar a estas calculadoras.
Recomendación para la reparación de una calculadora Olivetti:
Estas unidades se ensamblaban en líneas de montaje, donde cada bloque diferenciado de la máquina se montaba por trabajadores especializados en esa parte concreta, además hay piezas que tienen ciertas tolerancias que se medían con galgas calibradas, algunas pletinas y bielas se alineaban a mano con el ojo experto del técnico. Dicho esto el desmontar una de estas máquinas o alguna de sus partes es temerario, y puede empeorar el funcionamiento la misma o hacer que no funcione en absoluto. Además otro de los problemas que tiene es que la tornillería, en especial de las piezas más pequeñas, es casi irreemplazable, y al ser aceros al carbono son muy frágiles y propensos a romperse si se han agarrotado o oxidado, ya he tenido la mala experiencia de partir un tornillo intentado desatornillarlo.
Por lo general el principal problema que tienen es algún muelle roto o perdido, ejes atorados por deterioro del aceite o grasa, o por óxido (poco frecuente salvo que la máquina estuviera almacenada en algún local húmedo), alguna pletina o biela doblada por un golpe, algún tornillo flojo o clip de bloqueo perdido... De las que he reparado la mayoría están en buen estado de conservación mecánica, poca corrosión y poco desgaste en sus mecanismos, y salvo que hayan tenido algún golpe o les falte alguna pieza, la mayoría vuelven a funcionar sin problemas tras una buena limpieza y lubricación.
Es preferible conservar una máquina que realice algunas de las operaciones básicas para las que está diseñada antes que aventurarse en desmontar piezas e intentar que funcione al 100%, el riesgo de estropearla más aún es muy alto.
Tienen 50-60 años, algunas piezas de plástico ya no tienen la elasticidad original, y con el tiempo se vuelven frágiles y quebradizas. También tienen problemas de oxidación del bromo (agente no propagador de llama) y los colores blancos se vuelven amarillentos y los azules se tornan verdosos, se puede recuperar en parte el color mediante la técnica el peróxido de hidrógeno y la luz ultravioleta, pero no es una solución permanente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario