Las bombillas de toda la vida, que en breve desaparecerán para siempre...
Llega el invierno y muchas lámparas fluorescentes empiezan a fallar. Es como si con el aumento de consumo eléctrico por el empleo masivo de la calefacción no llegue suficiente intensidad para encender las lámparas, y las que ya poseen más horas de vida útil acaban sucumbiendo tras estar varios días parpadeando sin cesar, hasta que uno no tiene más remedio que cambiarlas por las molestias que ocasiona el ruido y el centelleo.