Un sistema estructural muy extendido a finales del siglo XIX y en el primer tercio del siglo XX era la construcción de un tipo de muro de carga análogo al más primitivo muro de tapia o tapial, pero confeccionado a base de bloques sólidos de este material. Suele ser coetáneo a la construcción tradicional de ladrillo, antes de que se impusieran las estructuras de hormigón y es sin duda una construcción de bajo coste propio de viviendas más modestas o de construcciones de menor relevancia como almacenes, medianeras, muros divisorios entre parcelas, cuadras o cobertizos. Podría decirse que fue el precursor del actual muro de bloque de hormigón, en cierta manera hay una gran similitud en cuanto al formato y la forma de ejecución. Tenía una gran ventaja sobre el muro de mampostería por cuanto era más rápido de ejecutar haciendo uso de menos medios, y con respecto al muro de ladrillo macizo también por economía y por rapidez. La cimentación de estos muros suele ser una zapata corrida enterrada, generalmente de mampostería, confeccionada con mortero de cal, grava y bolos entre las paredes de la zanja, usualmente de 2 a 3 veces más ancha que el muro.
El sistema antiguo de tapial que ya empleaban los romanos apenas había variado formalmente desde entonces, e incluso en algunas zonas del sur de la península aún se empleaba a principios del siglo XX el muro de tapia, lo que sí había variado es el tipo de materiales que se empleaba en su ejecución y la forma en que ejecutaba. El muro de tapia o tapial tradicional en masa se construía en grandes espesores, iguales o superiores por lo general al medio metro, siendo este menor valor el más empleado para construcciones de escasa altura o entidad. La construcción se realizaba encofrando con tablas el muro y rellenando y compactando en sucesivas tongadas (de unos 15cm de espesor) con un pisón una mezcla de arenas arcillosas o tierra y grava (por lo general canto rodado de hasta 20mm de diámetro). En época medieval se solía emplear un mortero de cal entre tongadas, siendo también frecuente el uso de materiales aglutinantes o cementantes como pudiera ser la puzolana que utilizaban los romanos, y en ocasiones incluso con colas de origen animal. El conocimiento y habilidad del maestro constructor a la hora de escoger los materiales que lo integraban son la clave para que este tipo de construcciones haya perdurado hasta nuestros días. En la web se puede encontrar más documentación al respecto, esta página en concreto me parece muy interesante:
Detalle de la medianera de la vivienda donde se aprecian las juntas y el relativo buen estado del muro.
Detalle de composición interna del tapial y efectos del deterioro por el crecimiento de las sales.
Como sistema constructivo hoy está obsoleto y presenta grandes inconvenientes frente a esfuerzos horizontales, fundamentalmente sismo, dado su elevada inercia y su baja resistencia a esfuerzos de tracción, corte y flexión. Incluso a nivel de restauración sería conveniente estudiar posibles refuerzos si hay riesgo de actividad sísmica, mediante mallas de fibra en el enfoscado superficial o alguna estructura auxiliar compatible, ello obviamente implica tapar su textura, lo cual en muros vistos no es muy adecuado estéticamente, ya que parte del encanto de la naturaleza del muro se pierde, sobretodo en casos de rehabilitación histórica donde habría que estudiar otras alternativas.
La mancha de humedad por ascensión capilar está perfectamente definida y se aprecian sus efectos sobretodo en el mortero de las juntas y parte de la matriz cementante de los bloques.
Detalle de los puntos débiles del muro, el zócalo por humedades de capilaridad y el remate superior por escorrentía del agua de lluvia
En este caso en lugar de un muro encofrado se realizaban los bloques aparte con una argamasa o mortero de cal y grava de río en un formato aproximado de un pie de longitud (unos 35cm) y un palmo de altura y espesor (unos 24cm). Una vez fraguada y endurecida la masa el resultado era un bloque resistente y compacto, lo cual permitía ejecutar muros sin necesidad de tableros de contención, se construía igual que con los sillares de piedra, rellenando las juntas con mortero de cal. En la intervención que figura en la entrada del blog "Refuerzo Estructrural. Rehabilitación. Muros y Cimentación." hay muros de este tipo de sólo15cm de grosor. Adicionalmente este tipo de muros se reforzaban con pilastras de ladrillo en las zonas donde iban a descansar las vigas o se trababan con aquél para conectar con otros elementos estructurales o con la fachada principal que por lo general se hacía con ladrillo.
Las reparaciones con mortero de cemento como ésta no suelen durar más de diez años y acaban soltándose en lajas por la expansión de las sales en la interfaz entre ambos materiales
Esquina y traba con la fachada de ladrillo caravista, se agrava el problema de la humedad capilar con la erosión por el agua que cae por la esquina desde la cubierta
Detalle de la erosión por la expulsión sales en el zócalo.
Detalle de la traba con las pilastras interiores de la vivienda cofeccionadas con ladrillo.
Estos muros de bloque de tapial presentan los mismos inconvenientes que los muros tradicionales de mampostería o tapia, con el agravante de su escasa sección. Por lo general el material de la tapia es de baja calidad y muy propenso a deteriorarse y a disgregarse con la acción del agua de lluvia y las filtraciones. Si la sustancia aglutinante o cementante se disuelve o se deteriora, bien sea por la acción del agua o como consecuencia de un incorrecto mezclado, o por la presencia de tierras no aptas en la masa que impidan la cohesión de la matriz cementante, el resultado será una disgregación progresiva del material. En muros de poco espesor el deterioro implica un aumento de las tensiones en el mismo proporcional a la merma de sección y puede dar lugar al colapso.
Detalle de la erosión por escorrentía desde la cubierta.
En general el estado tensional suele ser bajo, de pocos kg/cm2 (en general menos de 6kg/cm2 a compresión en muros de hasta 10m de altura), ya que la superficie de reparto es muy grande y también suelen adaptarse muy bien a las pequeñas deformaciones y asientos porque el mortero de cal es un material muy plástico comparado con los muros de ladrillo y mortero de cemento. Si el muro posee espesor suficiente (superior a un pie) un deterioro no superior al 30% de la sección puede tener pocas repercusiones en el resto de la edificación y es fácilmente subsanable. Otro problema, sobretodo en muros a la intemperie, es que la erosión por el aire y la lluvia y por los daños derivados de las eflorescencias y sales (debidos a la ascensión capilar que afectan a la parte baja hasta 1,00-1,50m de altura), pueden dañar la masa cementante por ambas caras, siendo la merma de sección mayor y más peligrosa.
La durabilidad y resistencia de estos muros es difícil de determinar, la heterogeneidad del material, aún dentro de un mismo muro puede depender de muchos factores. La calidad del material base es muy impredecible y su composición también. En la mayoría de estos casos el mortero base que lo integra es de cal. Es muy frecuente que la arena o el árido que lo compone presente tierras, poco aptas para conformar una masa de mortero cementante que consolide un bloque de tapial resistente, la cantidad y calidad de la cal también puede afectar al mortero en la misma medida, en resumen, es muy habitual que la resistencia y dureza de los bloques sea baja, debido a que entonces no se efectuaban controles de calidad y la procedencia de los materiales era poco más que dudosa. Puede haber arcillas en la masa, que colaboren a la cohesión del mortero, y la presencia de éstas en función del nivel de humedad en el muro puede afectar en gran medida a la integridad del mortero. En ocasiones la humedad de ascensión capilar ayuda a mantener cohesionado el muro, por los enlaces que el agua forma con las arcillas, y en cambio puede ocurrir que si el muro se seca estas uniones se pierdan y el material se disgregue. El caso es similar a las esculturas que se hacen con arena en la playa, si se mezcla agua y arena se pueden elevar formas más esbeltas y resistentes, que al secarse se desmoronan.
La rehabilitación de este tipo de muros es complicada e implica asumir un tipo de soluciones que no siempre van ligadas con el aspecto estético y que además son muy costosas, y siempre habrá que valorar si merece la pena la intervención para dejarlos vistos o si se consolida y se trasdosa otra pared nueva como acabado, porque es frecuente que si bien se resuelva el problema de la estabilidad fácilmente con morteros especiales, el subsanar manchas de humedad y eflorescencias suele ser más complejo.
Cualquier intervención que se haga se deberá considerar como un refuerzo y desde el punto de vista estructural no conviene incrementar sobre él las tensiones ni las solicitaciones, si por cualquier motivo sobre una preexistencia como ésta hay que sobreelevar lo mejor es crear una estructura independiente que no afecte a ésta.
Lo principal en estos casos es identificar el origen del deterioro del muro. Habitualmente está relacionado con la erosión por el efecto del agua y las humedades por capilaridad, y si las humedades a su vez tienen un origen en defectos en el saneamiento (acequias de ladrillo), o fugas de instalaciones enterradas de agua potable (frecuente en tuberías de cobre o acero) o patios o jardineras con terreno expuesto a la intemperie... habrá que tomar las medidas correctoras adecuadas para conseguir que esta humedad se reduzca o se suprima. Si no se mitiga o reduce el problema que perjudica al muro difícilmente toda actuación posterior tendrá eficacia. Las humedades por capilaridad son por lo general las más complicadas de solucionar, sobretodo si es por culpa de la humedad natural con la que está en contacto, la cual es casi permanente. Siempre y cuando obedezcan a fugas de agua son más fácilmente subsanables.
Por la naturaleza porosa del material si éste está en contacto con el terreno tendrá un aporte casi constante de humedad, la cuestión es si la evaporación natural está permitida y compensada con esa humedad capilar o si por el contrario ésta permanece en el muro. Con la llegada de las pinturas plásticas de los años 50-60, que sustituyeron a las tradicionales pinturas al temple o de cal, la mayoría de estos muros acusó problemas en la superficie debido a la aparición de sales y eflorescencias, que por lo general en su crecimiento provocan progresivamente la expulsión y deterioro de todas las capas de material que tienen por delante de ellas. Estas pinturas, al igual que los alicatados esmaltados y soluciones similares que impiden respirar a la pared, por lo general acaban despegándose del muro soporte, cuando no acaban trasladando el problema a estratos superiores. Lo habitual es que toda la franja comprendida entre el suelo y una altura de unos 150cm acabe deteriorándose con expulsión de parte de la superficie del muro o enfoscado en su caso (esto también ocurre en muros de ladrillo con mortero de cal).
En casas antiguas construidas con este material la planta baja hasta una altura de unos 2,00 se enfoscaba con mortero de cal con un acabado fino y a partir de ahí se enlucían con yeso. Las reparaciones que se hacían en ellos normalmente con mortero de cemento o yeso en la base del muro no hacían más que agravar el problema al cabo de unos años, ya que al final todo el mortero cae como una laja arrastrando consigo más material disgregado del muro, y en el caso del yeso debido a su carácter higroscópico la ascensión capilar aumenta. En estos casos la mejor solución es eliminar cualquier resto de mortero de cemento o yeso y enfoscar de nuevo con mortero de cal, previo saneado y consolidación del muro. Adicionalmente es conveniente hacer inyecciones para reducir el aporte de humedad, erradicarla al 100% es muy difícil, salvo soluciones extremas no siempre viables. Lo normal en las inyecciones es que una resina especial más densa que el agua sella los poros o tubos capilares que encuentra a su paso, además de consolidar y cohesionar la masa del muro. En superficie se emplean resinas similares que además permiten la adherencia del nuevo mortero.
Es conveniente que las capas del enfoscado que reponga al material disgregado tenga una malla de fibra, así como en caso de grandes hueco o espesores adicionar grava que mejore la consistencia del relleno. En el mercado actualmente hay varias empresas que fabrican mortero de cal y puzolanas, muy recomendable para esta labor, hay en varios gramajes para un acabado más o menos fino, incluso algunos tan finos como el yeso pero con las ventajas del mortero de cal. Estos productos sólo necesitan la adición de la dosis correcta de agua para aplicarlos, y si bien son caros sus resultados son bastante satisfactorios y están contrastados. Para dejarlos como acabado superficial lo mejor es recurrir a pinturas compatible con este tipo de soporte, que generalmente las mismas empresas fabrican, a base de cal o compuestos minerales de naturaleza porosa.
Si la rehabilitación es para uso vivienda, que deberá cumplir unos mínimos requisitos de aislamiento que este tipo de muros no lo posee, lo mejor es no dejarlos como pared integrante de los revestimientos interiores, una vez seca la superficie conviene trasdosar un aislante, preferentemente placas de poliestireno extruido (ya que los aislamientos de lanas o tipo hidrófilo pueden absorber humedad que aumenta su conductividad) ancladas adecuadamente al muro y levantar una nueva pared sobre una solera aislada dejando una cámara de aire de 4-5cm con aquél.
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